Sabores del Pasado



El sol comenzaba a ocultarse detrás de los altos edificios, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y violetas. En un pequeño barrio, el sonido de un carrito de supermercado resonaba por las calles. Era don Alberto, un anciano de cabellos plateados y ojos que reflejaban una sabiduría adquirida a través de los años. Había decidido visitar el supermercado del barrio, un lugar que había sido testigo de innumerables historias de vida.


Don Alberto siempre había disfrutado de sus paseos por el supermercado, donde los pasillos eran como un recorrido por sus memorias. Cada estante era un recordatorio de su difunta esposa, doña Clara, quien amaba cocinar y probar nuevas recetas. Él sonreía al recordar cómo ella lo hacía reír con sus ocurrencias mientras elegía los ingredientes más extraños. Desde su fallecimiento, el supermercado se había convertido en su refugio, un lugar donde podía evocar la calidez de esos momentos.


Al entrar, el aroma del pan recién horneado lo envolvió, y con una mezcla de nostalgia y anhelo, se dirigió hacia el pasillo de los productos de panadería. Allí se encontró con Teresa, una joven madre que solía escuchar las historias de don Alberto mientras esperaba a que su hija, Lucía, terminara de elegir sus golosinas. “Hola, don Alberto, ¿qué busca hoy?” le preguntó con una sonrisa.


“Hola, Teresa. Solo un poco de pan y quizás algo dulce para recordar a Clara”, respondió él, su voz llena de dulzura y melancolía.


Mientras Teresa le ayudaba a seleccionar un par de bollos, Lucía apareció corriendo, sus ojos brillantes y su risa contagiosa iluminando el pasillo. “¡Don Alberto, mira! ¡Hoy elegí chicles de sabores!” exclamó la niña, sosteniendo orgullosamente su tesoro de colores.


“Ah, Lucía, esos chicles me recuerdan a cuando Clara y yo hacíamos un viaje a la playa. Siempre llevábamos un montón para compartir”, dijo don Alberto, su mente viajando a un tiempo en que la felicidad era tan simple como un día de sol en la arena.


La niña lo miró con curiosidad. “¿Te gustaría contarme más sobre esos días?” le pidió.


“Claro, Lucía. Eran tiempos en los que el viento traía consigo risas y el sol iluminaba nuestros corazones. Mi Clara siempre decía que el mejor ingrediente de una comida era el amor que le ponías”, dijo don Alberto, sintiendo que, a través de sus palabras, mantenía viva la memoria de su esposa.


En ese instante, el supermercado dejó de ser solo un lugar de compras. Se convirtió en un espacio donde las generaciones se entrelazaban a través de historias compartidas. Teresa escuchaba con atención mientras Lucía se sentaba a los pies de don Alberto, absorta en cada detalle que él relataba.


Al salir del supermercado, don Alberto miró la bolsa llena de pan y dulces, un símbolo de los recuerdos que atesoraba. “A veces, un simple paseo puede traernos de vuelta a los momentos que más amamos”, reflexionó en voz alta.


Lucía sonrió, entendiendo que el amor nunca se pierde, solo se transforma, y que cada pasillo del supermercado podía contar una historia que uniría generaciones. Con el corazón ligero, don Alberto sintió que, aunque Clara ya no estuviera físicamente, su esencia siempre viviría en las historias que compartía, en las sonrisas que evocaba y en el amor que seguía cultivando a través de los años. 

Que sabores del Pasado te recuerda este relato?


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