" Pesar "
El sol de la tarde golpeaba con crudeza el pavimento caliente. A un costado de la avenida, junto a un semáforo en rojo, un hombre esperaba con un cartel improvisado en las manos. No tenía edad definida: la piel curtida, el cabello apelmazado y la ropa demasiado grande o demasiado chica para su cuerpo. El cartel decía en letras torpes: "Trabajo por comida".
Los autos avanzaban, algunos más rápido que otros. Unos pocos conductores giraban la cabeza para mirarlo; la mayoría mantenía los ojos en sus teléfonos, en la radio, en la nada. En uno de los autos, una mujer apretó el volante con más fuerza. No por miedo, sino por incomodidad.
Era viernes, acababa de salir del trabajo, y todo lo que quería era llegar a casa. Su semana había sido un desastre: su jefe le gritó, su esposo estaba distante, y su hijo apenas le hablaba. Y ahora esto. El hombre del cartel.
El semáforo cambió a verde y la fila de autos avanzó. La mujer lo dejó atrás, pero la imagen del cartel se quedó con ella. "Trabajo por comida".
Esa noche, mientras cenaban en silencio, su hijo adolescente apartó el plato con disgusto.
—Otra vez pollo —dijo con fastidio.
El esposo ni siquiera levantó la vista del celular.
Ella también apartó su plato. Se levantó de la mesa sin decir una palabra.
El fin de semana pasó con la misma rutina de siempre: compras, limpieza, televisión. Pero el lunes, al detenerse en el mismo semáforo, el hombre ya no estaba. En su lugar, un nuevo cartón ensuciaba la vereda.
Decía: "Gracias por nada".
Ella sintió un nudo en el estómago. No por él. No por el cartel. Sino porque, en el fondo, supo que ese mensaje era para ella. Para todos.
Pero sobre todo, para ella.
Lucas 16:19-31 – La Parábola del Rico y Lázaro
19 »Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino fino, y cada día celebraba espléndidamente.
20 A su puerta se hallaba echado un mendigo llamado Lázaro, cubierto de llagas,
21 y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas.
22 Aconteció que murió el mendigo y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado.
23 En el Hades, estando en tormentos, alzó sus ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno.
24 Entonces, dando voces, dijo: “Padre Abraham, ten misericordia de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama.”
25 Pero Abraham le dijo: “Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora él es consolado aquí, y tú atormentado.
26 Además, de esto, una gran cima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quieren pasar de aquí a vosotros no pueden, ni de allá pasar acá.”
27 Entonces le dijo: “Te ruego, pues, padre, que lo envíes a la casa de mi padre,
28 porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento.”
29 Abraham le dijo: “A Moisés y a los profetas tienen; que los oigan a ellos.”
30 Él entonces dijo: “No, padre Abraham; pero si alguno de los muertos fuera a ellos, se arrepentirán.”
31 Mas Abraham le dijo: “Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levante de los muertos.”»
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Hermosa reflexión y realismo con casos como esto, aveces miramos para el otro lado cuando podemos ayudar a alguien, tenemos que tratar de ayudar a los que no tienen las mismas posibilidades que nosotros y ayudarlos a encontrar a Dios para que además estén, acompañados por El Señor y nunca más se sientan solos ni vulnerables.
ResponderEliminarEstimada Alejandra,
EliminarAgradezco profundamente tu comentario y la reflexión que compartiste sobre el relato "Pesar". Es cierto que, en muchas ocasiones, desviamos la mirada ante quienes necesitan ayuda, ya sea por incomodidad, indiferencia o por estar absortos en nuestras propias preocupaciones. Tu llamado a brindar apoyo a quienes no cuentan con las mismas oportunidades y a guiarlos hacia la fe es inspirador. Como mencionas, al ayudar a otros a encontrar a Dios, les ofrecemos una compañía eterna que puede aliviar su soledad y vulnerabilidad. Espero que este relato nos motive a todos a ser más conscientes y compasivos con quienes nos rodean.
Con gratitud,
Fabián Pardon