"Peta Nocona y la Última Resistencia Comanche: La Batalla del Río Pease en 1860"

 

El Último Caballo de Nocona: La Llamada del Trueno


Texas, 1860 – La Guerra de los Comanches Contra el Olvido

El viento del sur arrastraba polvo y presagios a través de las llanuras del norte de Texas, donde el horizonte parecía extenderse sin fin. Allí, en las tierras que los comanches llamaban Comanchería, el tiempo no se medía en relojes, sino en las estaciones de los búfalos, en los ciclos de la caza y en las batallas contra aquellos que intentaban arrebatárselas.

Para los comanches, el siglo XIX había sido una guerra interminable. Desde que los colonos blancos comenzaron a invadir sus tierras a finales del siglo XVIII, la lucha por la supervivencia se convirtió en la esencia de su existencia. Las caravanas de pioneros avanzaban con promesas de “civilización”, pero para los nativos, era el sonido del fin de su mundo.

El Tratado de Guadalupe Hidalgo (1848), que puso fin a la guerra entre México y Estados Unidos, marcó el inicio de una nueva era de expansión para los angloamericanos. Texas, ahora parte de la Unión, se convirtió en una frontera de conflicto, donde el Ejército de los Estados Unidos y los Texas Rangers tenían la misión de “pacificar” a los comanches, considerados el mayor obstáculo para la colonización del oeste.

Los comanches, sin embargo, no eran un pueblo fácil de someter. Eran los mejores jinetes de la historia de América, guerreros nómadas cuya destreza con el arco y la lanza les había permitido resistir a españoles, franceses y mexicanos. Pero contra los rifles de repetición, las enfermedades traídas por los europeos y la matanza indiscriminada de bisontes, incluso ellos comenzaban a verse acorralados.

En este escenario de resistencia desesperada, Peta Nocona, un jefe de guerra comanche, se convirtió en uno de los últimos líderes en defender a su pueblo contra el avance blanco. Su campamento se encontraba cerca del río Pease, en lo que hoy es el condado de Foard, Texas. Allí, junto a su esposa Cynthia Ann Parker, una mujer blanca secuestrada por los comanches cuando era niña y criada entre ellos, y sus hijos, incluido el futuro líder Quanah Parker, trataban de mantener viva una nación que se desvanecía.

Pero el destino ya estaba escrito en la pólvora de los rifles que se acercaban.




El Amanecer de la Traición – Diciembre de 1860

El 18 de diciembre de 1860, una expedición de Texas Rangers, bajo el mando del capitán Sul Ross, avanzó hacia el campamento de Peta Nocona con un solo objetivo: exterminar a los comanches y recuperar a los cautivos blancos. Contaban con el respaldo del Ejército de los Estados Unidos y con la información de exploradores que habían seguido el rastro del grupo de Nocona durante semanas.

El ataque fue rápido y brutal. Antes del amanecer, los jinetes de Ross rodearon el asentamiento y abrieron fuego. La nieve temprana del invierno absorbió los primeros disparos, pero pronto el grito de guerra de los comanches se elevó, resonando en el valle como un eco de siglos de lucha.

Los comanches se defendieron con valentía, pero la sorpresa y la superioridad numérica de los atacantes hicieron imposible una resistencia prolongada. La batalla se convirtió en una masacre. Hombres, mujeres y niños fueron abatidos sin distinción.

Nocona, con su lanza en una mano y su rifle en la otra, montó su último caballo y lideró una carga desesperada contra los rangers. Sabía que no podía ganar. Sabía que el mundo de su pueblo estaba muriendo. Pero si el destino le había negado la victoria, al menos moriría como un comanche: en la lucha.

El Último Grito de Nocona

Las versiones sobre su muerte varían. Algunos relatos dicen que fue abatido a tiros mientras intentaba escapar. Otros aseguran que fue herido, pero logró arrastrarse hasta un lugar apartado, donde murió solo, observando el cielo de la llanura que tanto había amado.

Lo que sí es cierto es que esa mañana marcó el final de una era. Cynthia Ann Parker fue capturada junto con su pequeña hija Prairie Flower y llevada de regreso a la sociedad blanca. Para ella, esto no fue un rescate, sino una condena. Nunca dejó de intentar regresar a su pueblo y murió años después en profunda tristeza.

Mientras tanto, en los años siguientes, su hijo Quanah Parker se convertiría en el último gran jefe comanche. Resistió hasta donde pudo, pero finalmente, comprendió que la lucha armada estaba perdida. En lugar de morir como su padre, eligió una nueva estrategia: negociar la rendición para asegurar que su pueblo pudiera sobrevivir dentro del sistema blanco, sin olvidar quiénes eran.

El Espíritu de las Llanuras

La llanura de Texas nunca volvió a ser la misma. La Comanchería desapareció, los búfalos fueron exterminados y las reservas reemplazaron la libertad de los nativos. Pero el eco de Nocona no se perdió en la historia.

Dicen que en las noches de tormenta, cuando el trueno retumba sobre las colinas y el viento sopla como un lamento, todavía se puede escuchar el galope de un caballo solitario. Dicen que es el espíritu de Peta Nocona, cabalgando eternamente por las tierras que una vez fueron suyas, buscando un hogar que ya no existe.

Porque aunque la historia se escribe con la sangre de los vencedores, las voces de los caídos nunca dejan de hablar. Y el viento de la llanura aún lleva consigo la última palabra de Nocona.





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