" Polo "
La tormenta estalló con una furia impensada. El viento, ululante y feroz, azotaba las aguas oscuras del Atlántico, enmarcando la figura solitaria del buque Polo, que avanzaba a duras penas entre las olas. A bordo, la tripulación permanecía en tenso silencio, aferrándose a la madera húmeda, temiendo que en cualquier momento el océano decidiera engullirlos.
El capitán Efraín Gregorius, un hombre curtido por los años y las mareas, sostenía un antiguo libro entre sus manos. Su portada ennegrecida y gastada dejaba entrever símbolos que ningún ojo moderno podía descifrar. Lo había encontrado semanas atrás en una isla olvidada por los mapas, en el interior de una caverna tallada con signos de advertencia que solo ahora comprendía.
Desde que el libro subió a bordo, las aguas se tornaron hostiles y la noche parecía estirarse más allá de su naturaleza. Algo había cambiado en el viento. No era solo la tormenta, sino una presencia, algo antiguo y latente que aguardaba en la negrura del horizonte.
El Polo era un buque mercante, acostumbrado a rutas peligrosas. Sus hombres no temían la intemperie, pero en los últimos días el miedo había echado raíces en la tripulación. Primero fue un marinero que desapareció en plena noche, sin dejar rastro. Luego, los relojes dejaron de marcar el tiempo correctamente, como si el barco flotara en una dimensión ajena a la del resto del mundo.
La niebla lo cubría todo. Era espesa, pegajosa, más densa de lo que cualquier hombre había visto jamás. Algunos decían que no era niebla, sino el aliento de algo vivo.
—Capitán… —susurró el primer oficial Ramires, un hombre que jamás temblaba, pero cuyos ojos reflejaban ahora un miedo inhumano—. Hay algo en la bodega… algo que se mueve.
Gregorius tragó saliva. Bajó con paso firme, aunque sentía que con cada escalón descendía no solo en la nave, sino en una profundidad más antigua que el mar mismo.
La linterna temblorosa iluminó la bodega. Era un lugar húmedo y opresivo, saturado con el olor del mar y la madera podrida. Pero esa noche algo era distinto. Un rincón que nunca antes había estado allí.
Las tablas del suelo parecían haberse hundido, formando una fosa de sombras donde la luz de la linterna se extinguía sin reflejo. En su centro, una figura se alzaba.
Era humanoide, pero su piel tenía la textura del coral muerto, como si hubiera estado sumergido por siglos en aguas donde el sol no llegaba. No respiraba. No parpadeaba. Pero lo observaba con ojos lechosos que no reflejaban la luz.
Gregorius sintió que su mente se fragmentaba cuando la boca de la criatura se abrió. No emitió sonido alguno, pero en su cabeza un murmullo antiguo comenzó a resonar.
"El día ha llegado…"
El capitán se tambaleó, sintiendo que el peso de una revelación indescriptible caía sobre él. Recordó el libro. Las palabras marcadas en su última página. No eran palabras para pronunciar con lengua humana, pero ahora las entendía.
Desde el momento en que sus dedos rozaron aquel manuscrito en la caverna, su destino quedó sellado. Había sido marcado. No había elegido la ruta del Polo; había sido guiado hacia ella.
Un estruendo retumbó por toda la nave. Algo más que la tormenta estaba golpeando el casco. Subió corriendo a la cubierta y vio lo imposible.
El mar se partía en dos.
Las aguas, como cortinas separadas por manos invisibles, revelaban un abismo sin fondo. En su interior criaturas colosales se agitaban, sombras informes con múltiples bocas y ojos. Despertaban.
Los marineros gritaban. Algunos cayeron de rodillas, rezando a dioses sordos. Pero Gregorius ya no oía. Solo podía escuchar el murmullo en su cabeza. Un canto antiguo, un llamado ineludible.
El Polo no era solo un barco. Era una brújula. Y él, su capitán, había trazado la ruta final.
Las aguas lo devoraron antes de que pudiera gritar.
Apocalipsis 9:1-11 (Reina-Valera 1960)
1 El quinto ángel tocó la trompeta, y vi una estrella que cayó del cielo a la tierra; y se le dio la llave del pozo del abismo.
2 Y abrió el pozo del abismo, y subió humo del pozo como humo de un gran horno; y se oscureció el sol y el aire por el humo del pozo.
3 Y del humo salieron langostas sobre la tierra; y se les dio poder, como tienen poder los escorpiones de la tierra.
4 Y se les mandó que no dañasen a la hierba de la tierra, ni a cosa verde alguna, ni a ningún árbol, sino solamente a los hombres que no tuviesen el sello de Dios en sus frentes.
5 Y les fue dado, no que los matasen, sino que los atormentasen cinco meses; y su tormento era como tormento de escorpión cuando hiere al hombre.
6 Y en aquellos días los hombres buscarán la muerte, pero no la hallarán; y ansiarán morir, pero la muerte huirá de ellos.
7 El aspecto de las langostas era semejante a caballos preparados para la guerra; en sus cabezas tenían como coronas de oro; sus caras eran como caras humanas;
8 tenían cabello como cabello de mujer; sus dientes eran como de leones.
9 Tenían corazas como corazas de hierro; el ruido de sus alas era como el estruendo de muchos carros de caballos corriendo a la batalla.
10 Tenían colas como de escorpiones, y también aguijones; y en sus colas tenían poder para dañar a los hombres durante cinco meses.
11 Y tienen por rey sobre ellos al ángel del abismo, cuyo nombre en hebreo es Abadón, y en griego, Apolión.
Excelente historia, me encanta como uniste lo histórico con lo bíblico. Esperemos esas trompetas y que estemos preparados para estar junto al Señor 💞
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Eliminar"¡Gracias, Alejandra! Me alegra mucho que te haya gustado la historia y que hayas encontrado esa conexión. Sin duda, hay señales que nos invitan a reflexionar y prepararnos. ¡Que así sea! Un abrazo."
Muchas Gracias Fabián! Estamos leyendo los demás adelante y muy bueno te felicito.
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Eliminar"¡Gracias, Alejandra! Me alegra mucho que estés disfrutando las historias. Espero que sigas encontrando relatos que te atrapen. ¡Un abrazo y gracias por tu apoyo!"