Historia de las Cosas, Capítulo 3: Las Vitaminas

Historia de las Cosas: Las Vitaminas

Un hallazgo que cambió lo invisible

Durante siglos, la humanidad sospechó que en los alimentos había algo más que sabor y saciedad. Algo invisible, esencial y poderoso. Pero no fue hasta entrado el siglo XX que esa sospecha tomó nombre: vitamina.

La palabra proviene del latín vita (vida) y del griego amina (sustancia con nitrógeno), término propuesto por el bioquímico polaco Casimir Funk en 1912. Funk creía haber descubierto un compuesto esencial para evitar el beriberi, enfermedad devastadora entre prisioneros y poblaciones pobres en Asia. Aquella sustancia, aislada del arroz sin pulir, fue la primera vitamina identificada: la B1.

Pero no estaba solo. En las profundidades de la historia médica, ya se habían observado síntomas misteriosos. En el siglo XVIII, el médico escocés James Lind hizo historia cuando descubrió que los cítricos curaban el escorbuto entre los marinos británicos. No sabía que lo que salvaba a esos hombres era la vitamina C, pero su experimento se convirtió en uno de los primeros ensayos clínicos documentados.

La era dorada de las vitaminas

En las décadas de 1920 y 1930, se vivió una verdadera fiebre científica. Investigadores como McCollum, Goldberger y Steenbock aislaron la A, D, E, K, y varias del grupo B. Con cada hallazgo, se confirmaba una idea revolucionaria: no basta con llenar el estómago; es necesario nutrir el cuerpo.

Las vitaminas dejaron de ser invisibles. Empezaron a figurar en etiquetas, se convirtieron en suplementos, se añadieron a la leche, la harina y el pan. Fue una estrategia de salud pública con impacto global: el raquitismo, la pelagra, la ceguera nocturna y otras enfermedades carenciales comenzaron a disminuir.

El poder de lo invisible

Pero como toda revolución, también tuvo sus excesos. En la segunda mitad del siglo XX, con el auge del consumo y la industria farmacéutica, las vitaminas pasaron del botiquín al supermercado, y de allí a convertirse en negocio millonario. No todas las promesas se cumplieron. A veces, el exceso no es sinónimo de salud.

Hoy, sabemos que el equilibrio es clave. Que una alimentación variada sigue siendo el camino más seguro para obtener lo que el cuerpo necesita. Que, en algunos casos, los suplementos son aliados —sobre todo en personas mayores, con enfermedades crónicas o dietas restrictivas—, pero que su uso debe tener criterio, no impulso.

¿Por qué contar esta historia hoy?

Porque todavía hay millones de personas que viven con carencias sin saberlo. Porque hay decisiones cotidianas —comer, exponerse al sol, leer una etiqueta— que están atravesadas por esta historia invisible. Y porque recordar de dónde vienen las vitaminas nos recuerda también de dónde viene el cuidado de uno mismo: de la observación, del conocimiento, de una pequeña dosis de ciencia... y de mucha humanidad.


Serie: Historia de las Cosas
Autor: Fabián Pardón
Farmacéutico (MN 12.885) | Coordinador de Medi-Ruta
Más historias en Narrativas de Impacto

Comentarios

  1. Me encantoo esta historia!!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Hola Lilian! 😊

      Me alegra mucho que hayas disfrutado la historia sobre las vitaminas. Es fascinante cómo descubrimientos aparentemente pequeños, como el de Casimir Funk al aislar la tiamina del arroz sin pulir, han tenido un impacto tan profundo en nuestra salud y bienestar. Historias como la de James Lind, quien descubrió que los cítricos podían prevenir el escorbuto entre los marinos británicos, nos recuerdan la importancia de la observación y la ciencia en la mejora de la vida humana.

      Eliminar

Publicar un comentario

COMENTARIO:

Entradas populares