"Lucifer en la Biblia: El origen del Portador de Luz y su caída del cielo" Capítulo 1
Lucifer: El Portador de Luz que Cayó del Cielo
Capítulo 1: El origen glorioso del portador de luz
Hubo un tiempo —antes del tiempo como lo conocemos— en que los cielos resplandecían en armonía perfecta. Las huestes celestiales cantaban al unísono la gloria del Creador. Entre aquellos seres de luz, uno destacaba con fulgor singular.
Era llamado Lucero, “hijo de la aurora” (Isaías 14:12). El término hebreo helel ben-shachar evoca la imagen de la estrella más brillante que anuncia la llegada del día. Su belleza era insuperable, su sabiduría, insondable. Fue creado perfecto.
Así lo revela el profeta Ezequiel en su lamentación sobre el rey de Tiro —un texto que, más allá de su contexto histórico, trasciende hacia la figura de un ser celestial:
“Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad.”
(Ezequiel 28:15, Reina-Valera 1960)
Se le describe como “sello de la perfección, lleno de sabiduría, y acabado de hermosura” (Ezequiel 28:12). Estaba en Edén, el huerto de Dios, vestido con piedras preciosas —sardio, topacio, diamante, berilo, ónice, jaspe, zafiro, carbunclo, esmeralda— engastadas en oro (v.13). Su morada no era terrenal; el Edén aquí mencionado apunta a un ámbito de gloria celestial.
Lucifer no era un ángel cualquiera. Ezequiel continúa:
“Tú, querubín grande, protector, yo te puse en el santo monte de Dios; allí estuviste; en medio de las piedras de fuego te paseabas.”
(Ezequiel 28:14)
Como querubín protector, Lucifer estaba en presencia inmediata de Dios. Los querubines, en las Escrituras, son los seres que rodean el trono divino (cf. Éxodo 25:20; Salmos 99:1). Su función no era sólo contemplativa, sino activa: custodiar la santidad del Altísimo.
Imaginemos la escena —no con fantasía, sino con el humilde asombro que nos permite la revelación bíblica. Allí, en la presencia misma del Creador, Lucifer reflejaba la luz divina. No era luz propia: era un espejo pulido que devolvía el esplendor de Aquel que es Luz en sí mismo (1 Juan 1:5).
Su nombre, en la tradición latina, quedó como Lucifer, de lux (luz) + ferre (portar): el portador de luz.
Era una criatura. “Desde el día que fuiste creado”, enfatiza el profeta (Ez. 28:15). No era eterno, no era igual a Dios. Su perfección misma era un don recibido.
Este es el misterio que nos interpela: ¿cómo puede surgir el mal en un ser creado perfecto?
La Escritura no nos da todos los detalles. Pero el germen estaba allí: en el corazón de este querubín glorioso se gestó un pensamiento, una inclinación que lo apartaría del Creador.
Así se cierra este primer capítulo de una historia que no es fábula ni mito, sino parte del drama cósmico que la Palabra de Dios nos revela. Una historia que aún toca nuestras vidas, pues el conflicto entre luz y oscuridad sigue abierto.
📖 Referencias
- Ezequiel 28:11-19
- Isaías 14:12
- 1 Juan 1:5
- Éxodo 25:20
- Salmos 99:1
Nota al lector de Narrativas de Impacto
Este es el primer capítulo de una serie que busca explorar, con reverencia y fundamento bíblico, la historia del ser que un día fue llamado Portador de Luz. No añadiremos imaginación ni leyenda; solo seguiremos el hilo de las Escrituras.
Te invito a acompañarnos en este recorrido.
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