Almíbar de Abril

Almíbar de Abril

Publicado el 12 de julio de 2025

Frasco abierto con duraznos en almíbar sobre mesa rústica de madera, iluminado por luz cálida de tarde; al lado, un durazno partido y una hoja verde, evocando memoria y ternura.


Decían que la abuela no lloraba. Que en vez de lágrimas, hervía frutas.

Cada vez que la tristeza se sentaba a su mesa, ella encendía la hornalla, pelaba duraznos o membrillos, y comenzaba el ritual. El azúcar no era solo dulzor; era una medida exacta de todo lo que no decía. Agua justa, fuego lento. Tiempo. Mucho tiempo.

Así fue como su nieta, Camila, entendió la pena por primera vez. No por lo que le contaron, sino por cómo olía la cocina cuando murió el abuelo: a ciruelas con clavo de olor. “Que no se pasen”, dijo la abuela esa tarde, sin levantar la vista. “El almíbar tiene que envolver, no ahogar”.

Con los años, Camila heredó los frascos. Algunos rotulados con fechas, otros con nombres. Abril del 94. Clara. Lunes triste. Felicidad con limón. Era un archivo emocional, un diario en conserva.

Hasta que un día, volvió la tristeza —otra muerte, otra pérdida— y Camila, sin decir nada, fue a la cocina. No para buscar consuelo, sino para fabricarlo.

Eligió duraznos firmes, lavó los frascos con esmero, y repitió cada gesto como si la abuela estuviera mirando desde la puerta.

Esa noche, cuando sirvió el almíbar sobre un postre simple, lo comprendió todo: algunas heridas no se cierran con palabras. Pero pueden guardarse, dulces y transparentes, en la alacena del alma.

Autor: Fabián Pardón

Mujer mayor con rostro sereno y ojos cerrados sostiene un frasco de duraznos en almíbar mientras eleva una cucharada; la luz cálida revela arrugas y emociones profundas, evocando memoria, duelo y ternura contenida.


Comentarios

  1. Hermoso!!! Y muy sentido!!

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    Respuestas
    1. ¡Gracias de corazón por tus palabras!
      A veces, lo más dulce no es el almíbar en sí, sino lo que despierta: un recuerdo, una ausencia, una presencia que sigue viva en los gestos más simples.
      Me alegra profundamente que te haya llegado.

      Un abrazo grande,
      Fabián

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