Bolivar - Capítulo 8: Sangre, Fuego y Juramentos

 

Capítulo 8: Sangre, Fuego y Juramentos

1813: El Retorno del Guerrero

Retrato de un Bolívar exhausto pero decidido, montado en su caballo al atardecer, regresando del campo de batalla tras una dura campaña.

Simón Bolívar regresó a Venezuela con una mezcla de furia y esperanza. Cartagena había sido un renacer, pero la tierra que lo había visto nacer ardía en conflictos. En sus manos llevaba un documento que cambiaría el curso de la guerra: el Decreto de Guerra a Muerte. No era una decisión tomada a la ligera. Las masacres de patriotas a manos de los realistas lo habían llevado a ese límite. Pero al leerlo en voz alta frente a su tropa, su voz tembló.

—Todo español que no apoye la causa americana, será ejecutado —sentenció. Y bajó la mirada, sabiendo que en esa frase también moría parte de su alma.

Un País Roto

Pintura histórica que muestra un pueblo en ruinas y familias desplazadas tras los estragos de la guerra en Venezuela, evocando un país roto y desolado.


La Segunda República nacía entre escombros. Los pueblos liberados celebraban, pero también temían. Las noticias sobre fusilamientos en nombre de la libertad se esparcían tan rápido como las de victorias militares.

Algunos oficiales —como Rivas y Girardot— aplaudían la firmeza. Otros murmuraban en privado. El propio Bolívar, en sus noches más solitarias, se preguntaba si el precio era justo.

Batallas que Arden

Pintura histórica de una encarnizada batalla durante las guerras de independencia de América, con soldados patriotas y realistas en feroz enfrentamiento.


La Campaña Admirable, iniciada con gloria, pronto se tiñó de sangre. En septiembre de 1813, Bolívar avanzó hacia el norte y encontró en el Cerro de Bárbula una resistencia feroz. Allí cayó Atanasio Girardot, su edecán y amigo, mientras intentaba plantar la bandera sobre una colina. Bolívar vio su cuerpo tendido sobre la tierra ardiente. No lloró. Pero esa noche escribió en su diario:

“¿Cuántas veces más tendré que enterrar a los justos?”

En San Mateo, meses después, fue Antonio Ricaurte quien se inmoló, haciendo estallar el parque de municiones para impedir que cayera en manos del enemigo. Bolívar quedó paralizado cuando recibió la noticia. Caminó solo entre la maleza, buscando consuelo en el viento. No lo encontró.

Boves: El Infierno Tiene Nombre

Pintura histórica tradicional muestra una batalla feroz con jinetes en combate, representando el terror sembrado por José Tomás Boves y su ejército.


Desde los llanos llegó un nuevo azote: José Tomás Boves, un asturiano brutal que inflamó a los sectores más postergados. Con una mezcla de promesas y venganza, arrasó pueblos enteros. Su ejército crecía como plaga, empujado por un odio visceral a los mantuanos que dominaban la cúpula patriota.

Bolívar sabía que los realistas no lo derrotarían con uniformes, sino con rabia. Y esa rabia tenía ahora rostro. El 15 de junio de 1814, en la Batalla de La Puerta, Bolívar vivió su peor derrota. Los patriotas fueron aplastados. El polvo se mezcló con la sangre, y los gritos de los moribundos parecían salir del corazón mismo de la tierra.

Fuego Interno

Simón Bolívar solo frente a una fogata en la oscuridad de la noche, con expresión reflexiva, simbolizando su conflicto interior.


En medio del caos, Bolívar se mantuvo en pie. Desnutrido, exhausto, con el uniforme roto. Las cartas de sus aliados llegaban llenas de reproches, pero también de súplicas. Él no podía rendirse. No aún.

Los días siguientes fueron de retirada, desconfianza y miedo. Algunos antiguos aliados lo culpaban por los excesos. Él respondía con silencio. Cuando alguien mencionó su responsabilidad por las ejecuciones, solo dijo:

—Nadie me enseñó cómo se construye una república entre escombros.

La República Rota

Pintura al óleo en estilo realista muestra a Simón Bolívar caminando solo entre ruinas humeantes, representando la desolación de una república colapsada.

La Segunda República se desmoronó como una casa mal cimentada. Bolívar vio cómo ciudades que había liberado caían una a una. El odio entre clases, el miedo a los patriotas, y los errores estratégicos terminaron por aplastar el sueño.

La noche antes de dejar Caracas nuevamente, Bolívar entró a una iglesia vacía. No rezó. Se sentó en una banca de madera, apoyó la cabeza en sus manos, y pensó en Girardot, en Ricaurte, en Miranda, en María Teresa... en tantos que ya no estaban. Sintió frío. No por el clima, sino por la soledad.

Y sin embargo...

El fuego no se había apagado. Quemaba desde adentro. Bolívar partió al exilio con la mirada clavada en el horizonte. Sabía que volvería. Que aún le quedaban batallas. Pero también sabía que ya no era el mismo.

En cada victoria había una pérdida. En cada república, una traición. Pero aún así... debía seguir.


Nota al pie: Los mantuanos eran los miembros de la aristocracia criolla de Caracas, poseedores de grandes haciendas y poder político. Aunque muchos apoyaron la causa independentista, también fueron vistos con recelo por sectores populares por mantener privilegios y distanciarse de las clases bajas.

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